Por Jesús Francisco
Dejando a un lado los caso del nombre José y María (que en su mayoría fueron agregados como parte del sacramento de bautismo), la mayoría de nosotros estamos acostumbrados a escuchar y conocer que varios de los nombres de nuestros primos o hermanos vienen de nuestros padres, abuelos o tios, pero lo que es raro hoy en día es encontar que dos personas en la misma familia hayan tenido el mismo nombre completo.
Sin embargo, no hace mucho tiempo, eso era una práctica muy común: en el siglo XIX y parte de los inicios del XX era muy frecuente que los padres perdiésen por enfermedad a algunos de sus hijos en edad temprana o recien nacidos, por lo que era compun tener prolongados periódos de duelo familiar por la pérdida de ese hijo(a) y una forma de recordarle y preservar su memoria era nombrar con el mismo nombre a un hermanito o hermanita nacido(a) posteriormente.
Por ello es frecuente encontrar en la familias antiguas a dos hermanos o hermanas con el mismo nombre, o bien, a uno de ellos con la adaptación de género del nombre del hermanito o hermanita si este(a) era del sexo opuesto.
Esta costumbre ya estaba muy arraigada quizás desde la época colonial, ya que la esperanza de vida infantil era todavía mucho menor en ese entonces, por las enfermedades y accidentes además de que el acceso médico en los pueblos era muy limitado.
Pensando un poco más allá, otra posible costumbre derivada de la misma pérdida de hijos en edad temprana quizás fuese la del hecho de tener familias numerosas, ya con ello las familias extendian su esperanza que les sobreviviésen el mayor número de hijos posibles.
Dejando a un lado los caso del nombre José y María (que en su mayoría fueron agregados como parte del sacramento de bautismo), la mayoría de nosotros estamos acostumbrados a escuchar y conocer que varios de los nombres de nuestros primos o hermanos vienen de nuestros padres, abuelos o tios, pero lo que es raro hoy en día es encontar que dos personas en la misma familia hayan tenido el mismo nombre completo.
Por ello es frecuente encontrar en la familias antiguas a dos hermanos o hermanas con el mismo nombre, o bien, a uno de ellos con la adaptación de género del nombre del hermanito o hermanita si este(a) era del sexo opuesto.
Esta costumbre ya estaba muy arraigada quizás desde la época colonial, ya que la esperanza de vida infantil era todavía mucho menor en ese entonces, por las enfermedades y accidentes además de que el acceso médico en los pueblos era muy limitado.
Pensando un poco más allá, otra posible costumbre derivada de la misma pérdida de hijos en edad temprana quizás fuese la del hecho de tener familias numerosas, ya con ello las familias extendian su esperanza que les sobreviviésen el mayor número de hijos posibles.